(Atardecer en la Casa del Libro Total- Bucaramanga justo el año que pasó)
Pasan lentamente los atardeceres frente a las ventanas de donde vivo...aquí en Bogotá. Hace poco sonreí cuando escuche una suave voz ( bueno me lo tecleo realmente) que mencionó la posibilidad de recordar los atardeceres que yo había olvidado: ¿ cuantas tardes he dejado pasar? ¿cuantas me han sorprendido en un transporte urbano o rumbo a una clase nocturna? muchos; pero ¿cuantos he regalado, lanzado como argumento de amor o marchitado en la angustia de la soledad?..yo pensé en eso el día de hoy...esperando a que llegaran las seis -como es enero, anochece más temprano- recordando poco a poco, los atardeceres: los naranjas, los violetas o los que parecen un glaciar viejo. Pensé -más ahora que el planeta ha girado de nuevo sobre sí mismo- las veces que regalé atardeceres....esos de los que no tomé fotografías
Regalé un par por teléfono: uno de ellos bien recibido y otro, como si estuviera hablando en pakistaní.
Obsequié el ultimo atardecer a quien lejos habló mi lenguaje y sutilmente se marchó.
Compartí un lento atardecer en las entrañas de mi ciudad, en los viejos y lejanos días veraniegos de un fenómeno del niño.
Caminé hace algún tiempo por una calle mientras se ponía el sol, con la sensación que mi luz se iba con el carruaje de Hermes y que no volvería a tener mis propias auroras.
Acabo de recordar la multitud de atardeceres que se me pasaron, los que viví; en los que estuve sentado debajo del puente peatonal, esperando a que ella saliera; los atardeceres llenos de amor, los que estaban inundados de salvaje irresponsabilidad; los atardeceres de los días primos cuando solo me sentía al final de una mesa blanca en el trabajo; los atardeceres en el extranjero: el que perseguí en Asunción, el que caminé en Santiago; el que suspire en algún punto entre Lima y el sur en un vuelo sobre el pacífico; el ultimo que ví en Alajuela antes de enfrentarme a 16 motociclistas con mi voz y un público hermoso; los atardeceres de mi infancia cuando no tomaba aviones sino busetas y atravesaba la ciudad para ver a mi novia de 16 años al final de la ruta; Los atardeceres donde pedí perdón o exigí explicación; varios domingos donde atardecía mi palabra en el parque o una tarde de lectura y crucigrama...y frente a todo ese cúmulo pensé con nostalgia, en los micro atardeceres producto de los eclipses solares .. tengo esa extraña certeza que empieza el atardecer en mi vida..uno de esos románticos intensos con café claro como los sueños más daltónicos
(Un atardecer ...tomado rumbo a casa en un Bus dije en voz alta: ¡waw que atardecer necesito regalarlo! ...y hubo un silencio al rededor mío nadie lo había percatado y al fin no lo regalé ese día ni el siguiente )
Al fin, siempre desearé regalar uno, el próximo. Así como me han obsequiado un extraordinario atardecer (una imagen tan serena),quiero regalar uno; quiero compartirlo gratamente para que en silencio
me obsequien un amanecer. .....!ah los amaneceres!...................
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Feliz año nuevo a todos y regalen pronto un atardecer porque solo después de 700 más tal vez llegue nuestra esperada tormenta solar.
Desde el atardecer del día de Reyes
1 comentario:
Hermosa la reflexión de los atardeceres. Siempre me han gustado los colores con los que se viste el cielo en ese momento del día.
Me encantan los atardeceres porque más que el final de un día son una promesa… la promesa de la noche que vendrá, algunas veces fría, con estrellas o sin ellas, la promesa de que el tiempo continuará y el amanecer llegará bridándonos la oportunidad de un nuevo día, de una nueva luz, de un nuevo sueño…
Al leer esto también recuerdo que son muchas las “promesas” que he dejado pasar por el corre-corre de los días, es hora de andar más despacio…
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