Hace poco fuí al cerro de monserrate: la primera vez de noche. Recuerdo los extensos recorridos que yo hacia a esa montaña de mi ciudad, madrugadas con mi padre cuando él nos llevaba a "ejercitarnos" ( ejercicio, ejercito, eje..hum ¿tendrán la misma raíz?) Mientras subes esos 3 mil y pico de metros piensas tannntas cosas!. Recuerdoc on mucho agrado esos ultimos tres escalones antes de alcanzar la cumbre: allí un hombre con una bandeja de rollos de arequípe gritaba a vo en cuello: " calorias, calorias compre calorías"
La ciudad se ve silenciosa en medio de ese ruido lejano. Un bullicio cortado por la altura y el frío de la noche. Reflexioné mucho sobre la gran mancha de luces, cuerpos, carromatos, sueños, angustías de si hay trabajo mañana, temores de que alguien se entere de algo que destroce la vida de otro....de las risas o de los cagues de risa; de nostálgicos cantando en un bar temático con fondo de centella, de borrachos tempraneros o suicidas mañaneros.
Esa es la ciudad en la que respiro hidrocarburos pero sueño con hipo grifos. Busqué donde quedaba el cementerio central desde esa altura, que fue hasta 1890 el límite de la ciudad. Los días de la tracción con sangre y de los recorridos al lejano pueblo de Usaquén, pasando por las haciendas Teusaquillo y Santabárbara. Mis abuelos subieron al santuario a presentar a su hijo. ¡Que poca memoria de respeto hay sobre ese sitio alto donde me encontraba!
Las calles llenas de luces se pierden en todas esas intenciones; encuentro la plaza que recorrio el Bisabuelo Pablo y mi abuelo o deambulo mi padre y que ahora trata de encontrar el bisnieto tardío.
Con todo ese silencio, ese frio brutal que cala, lo único que digo con ese aire tan lleno de eucalipto aún es " tómame una foto" tal vez cuando sea polvo alguién tenga la misma agnorisis...oj-alá!
...pero luego digo
" ¿ quedo bien?" ¡ah! la posteridad obsolescente. (je)
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